La amígdala: guardián del miedo humano
Por: Michelle Konstantinovsky
Hace casi una década, los científicos presentaron al mundo a la Paciente SM. A primera vista, la madre de tres hijos de 44 años parecía llevar una vida bastante normal, pero al observarla más de cerca, exhibió una característica rara y algo preocupante: no tenía miedo. "Para provocar miedo en SM, la expusimos a serpientes y arañas vivas, la llevamos a recorrer una casa embrujada y le mostramos películas emocionalmente perturbadoras"... Los investigadores escribieron: "En ninguna ocasión SM exhibió miedo, y nunca pareció sentir más que niveles mínimos de miedo".
¿La razón? SM tenía proteinosis lipoide o sindróme de Urbach-Wiethe, una condición rara que dañó una estructura importante en su cerebro llamada amígdala. Pero a parte de pasar sin miedo por algunos de los desencadenantes inquietantes de la vida, SM funcionó con relativa normalidad, lo que plantea la pregunta... ¿se puede vivir sin la amígdala?
¿Qué es la amígdala?
Ubicada en lo profundo de los lóbulos temporales del cerebro se encuentra una masa de células (o núcleos) en forma de almendra: esa es su amígdala. Es un poco engañoso pensar en la estructura como una sola unidad, ya que en realidad tiene dos partes, cada una ubicada en un hemisferio cerebral diferente. Pero para propósitos generales, las distintas mitades se consideran como una parte del sistema límbico, las estructuras cerebrales involucradas en cuestiones de emociones y motivaciones. La amígdala se asocia específicamente con el almacenamiento de la memoria y el procesamiento de emociones como la ira, el placer y, sí, lo adivinaste, el miedo.
Una parte importante del papel de la amígdala es su responsabilidad en el "condicionamiento del miedo", un proceso de aprendizaje asociativo que nos permite aprender a tener miedo de algo a través de la experiencia repetida. Ese proceso de aprendizaje ocurre porque las experiencias cambian los circuitos cerebrales y forman nuevos recuerdos. Este concepto se ilustró bastante claramente en un experimento de 1920 (totalmente falto de ética para los estándares actuales) que involucró a un bebé de 11 meses conocido como Little Albert.
Los científicos John Watson y Rosalie Rayner querían ver qué sucedería si combinaban, el miedo perfectamente natural de Albert a los ruidos fuertes, con un estímulo sobre el que parecía ser bastante neutral, en este caso, una rata blanca. Watson y Rayner permitieron que Albert cogiera la rata y, cada vez que lo hacía, golpeaban una barra de acero con un martillo. Después de siete repeticiones de este emparejamiento, Albert comenzó a estallar en lágrimas al ver a la rata, sin necesidad de martillo. Debido al condicionamiento del miedo, su amígdala había vinculado el ruido perturbador con el estímulo neutral, y este último ahora provocaba miedo sin el primero. Desafortunadamente para el pobre Albert (de nuevo recordemos que este tipo de experimento no sería posible realizarlo hoy), el experimento lo llevó a desarrollar un miedo generalizado a otras cosas que se semejaran a la rata blanca, por lo que las batas blancas y los perros blancos también lo asustaban.
¿Vivir sin miedo?
Volvamos al caso de SM. A primera vista, su valentía parece un poco divertida y puede que encantadora. Incluso a sus hijos estas cosas les resultaron algo divertido: "Mis hermanos y yo... vimos una gran serpiente en el camino", escribió una vez su hijo mayor . "Yo estaba impresionado, '¡Virgen María, esa es una serpiente era bien grande!' Bueno, mamá simplemente corrió hacia allí y la cogió y la quitó de la calle, la puso en el pasto y la dejó seguir su camino... Siempre nos había dicho que le tenían miedo a las serpientes y a cosas así, pero luego, de repente, resulta que no les tiene miedo. Pensé que eso era un poco extraño".
Pero si bien navegar por la vida sin ansiedad puede parecer algo emocionante, y SM dejó en claro que una persona podría sobrevivir perfectamente sin una amígdala intacta, la ausencia del miedo natural puede ser peligrosa, incluso potencialmente fatal. Una completa falta de sospecha o desconfianza significaba que SM era vulnerable en todos los sentidos. Una vez, mientras caminaba por un pequeño parque a las 10 de la noche, un hombre abordó a SM y le puso un cuchillo en la garganta. Según los investigadores, "En la distancia, podía escuchar el canto del coro de la iglesia. Miró al hombre y respondió con confianza: 'Si vas a matarme, primero tendrás que pasar por los ángeles de mi Dios'. El hombre de repente la dejó ir". Si eso no fuera algo lo suficientemente extraño, SM no huyó de la escena, simplemente caminó a casa. Y, para hacer las cosas aún más enloquecedoras, pasó por el mismo parque al día siguiente y no mostró signos de miedo o aversión. Ella simplemente no lo tenía miedo.
Esa no fue la única vez que SM entró en situaciones de riesgo serio y salió ilesa y sin secuelas. Los investigadores comentan que "una vez fue abordada físicamente por una mujer del doble de su tamaño, estuvo a punto de morir en un acto de violencia callejera, y en más de una ocasión ha sido explícitamente amenazada de muerte. Lo que más destaca es que, en muchas de estas situaciones, la vida de SM estaba en peligro real, pero su comportamiento carecía de cualquier sentido de desesperación o urgencia".
Pero mientras SM ha sido presentado como el principal ejemplo de una vida intrépida sin amígdala, investigaciones más recientes han indicado que la conexión entre las dos características no es tan simple. De acuerdo con un estudio en "Nature Neuroscience", algunas de las personas con amígdalas dañadas aún sintieron miedo intenso, incluso algunos sintieron aun más miedo que aquellos con amígdalas que funcionaban normalmente. El estudio analizó a los participantes con la misma condición genética súper rara que causó el daño de la amígdala de SM: la enfermedad de Urbach-Wiethe (se han encontrado menos de 300 personas con ese trastorno desde que se descubrió en 1929).
Los investigadores descubrieron que ver películas de terror no provocaba miedo en los participantes con este trastorno, pero tenían curiosidad por saber si exponerlos al dióxido de carbono induciría una reacción de miedo. Esto se debe a que la amígdala juega un papel importante en la detección de CO2, y cuando detecta concentraciones más altas en la sangre (una posible señal de que se está asfixiando) puede hacer que una persona sienta pánico. Al contrario de lo que parecía lógico, cuando los participantes con la enfermedad de Urbach-Wiethe respiraron aire con un 35 por ciento de CO2, se asustaron.
Entonces, ¿cuál es el trato? Los investigadores escribieron, "los resultados indican que la amígdala no es necesaria para el miedo y el pánico y hacen una distinción importante entre el miedo provocado por amenazas externas del medio ambiente y el miedo provocado internamente por el CO2".
Entonces, ¿puedes vivir sin la amígdala? Sí. ¿Puedes vivir seguro y protegido sin ella? Todavía no está claro, pero los científicos están trabajando para resolverlo.
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